
Nos encanta pasar rato en la cocina y realizar diferentes recetas juntos en familia. Creemos que toda colaboración desde bien pequeños en tareas cotidianas y diarias son de gran valor e importancia y lo llevamos a la práctica con Mario, nuestro hijo de 5 años.
Hay veces que la magia de la cocina y la magia de los experimentos se unifican y crean recetas realmente deliciosas. Es una de las formas más emocionantes de que se involucren con la cocina y aprendan, explorando, investigando ingredientes, probando…
Pues bien, Mario últimamente está muy interesado en las piedras, en las rocas. Hablamos que algunas rocas están compuestas de otras y desde hace un tiempo hace colecciones de piedras que va dejando en mis bolsillos, en los suyos, en el bolso, y luego en casa las investiga con la lupa para ver si hay restos de sedimentos.
Así que encontré el experimento perfecto para realizar con él. Crear rocas de diversos colores. Pero no unas rocas cualquieras, unas rocas comestibles.
Cuando se lo planteé le pareció algo imposible y constantemente preguntaba como lo íbamos a realizar.
En este experimento científico se puede trabajar las propiedades y cambios químicos del material elegido, en este caso los caramelos. Al principio los caramelos son duros y después los vamos a calentar para que cambien su apariencia física.
Para hacer nuestras propias piedras con diversos colores, cogimos restos de caramelos de navidad que aún tenía en un bote y que no comíamos nunca. Pensé iban a ser perfectos para el experimento y al final les íbamos a dar uso.

Materiales a necesitar
- Caramelos duros de colores varios
- Bolsas zip
- Bandeja de horno
- Papel de aluminio
- Mazo
- Cucharas
Desarrollo del experimento
Lo primero que vamos a hacer es separar por colores los caramelos, los ponemos en una bolsa zip y la cerramos. Con un mazo machacamos los caramelos que hemos seleccionado en las bolsas y cuando estén triturados los ponemos en cuencos separados por colores.
En una bandeja del horno, colocamos papel de aluminio en forma de cestito. Hacemos tantos cestitos como piedras preciosas queramos. Colocamos el aluminio un poco en alto para que nuestro caramelo no se caiga por los extremos.
Una vez ya tenemos preparado, me puse a hacer uno y le dije a Mario que hiciera los suyos. Con cuidado iba cogiendo con la cuchara el caramelo triturado y lo repartía por el papel de aluminio. Primero un color, otro color por el centro, un puñado más grande para que fuera una piedra mayor… Aquí es el niño quien crea sus piedras, todos los materiales están a su alcance y él prepara con esmero sus rocas.

Hay que tener en cuenta que si le echan una capa muy fina de caramelos cuando esté dura se romperá y quebrara, hay que echar bastante para que quede gordita su consistencia.
El horno lo dejé previamente encendido a 200 grados. Luego metí la bandeja y hay que esperar muy poco ya que se derriten muy rápido. Bajé la temperatura a 150 grados y los dejé unos 5 minutos o inclusive menos. La primera vez que lo hicimos se nos quemó el caramelo y no se apreciaban los colores, así que lo mejor es que le vayas echando un vistazo para que no te pase lo mismo. Cuando los veas derretidos, los sacas y los dejas enfriar en la misma bandeja.
Hay que tener mucho cuidado en este paso, aquí el adulto es el único que manipula la bandeja ya que puede quemar.
Una vez se han enfriado le quitamos con cuidado el papel de aluminio y vemos nuestras preciosas piedras sedimentarias.
Nos han quedado geniales, ¿no os parece?
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